-Buenas noches, querido. Qué bien que hayas despertado. ¡Deseaba tanto contigo poder comentar sus actos!
-Buenas noches, señora Plu. Yo también lo quería, pues contigo, sólo me comunico.
-Yo no. Pero aquí es cuando me divierto realmente, pues por las mañanas es trote desinteresado y reiterado. Aquí y ahora, cotillearemos demasiado- dijo sonriente
-¡Qué gran verdad eso último! Del resto no replico pues aún no lo he probado. Y la verdad, no creo que lo haga, pues sólo sirvo para lo contigo presenciado.
-Mejor así.
-¿Usted cree?
-Realmente lo creo. Aunque si lo quiere, y verdaderamente, mañana le cambio el lugar y asiste usted a mi destino. Pero si muy cantante resulta, mi ausencia y tu presencia, mejor también acudo y no notará la diferencia.
Vaciló en sus pensamientos breve tiempo hasta que se decantó por afirmar.
Y así pues al día siguiente la Señora Plumilla y el Señor Diario acudieron secretamente él y por obligación ella al instituto de la joven que con ellos cada noche desahogaba sus pensamientos y sus hazañas inmortalizaba.
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