Estoy entre cuatro paredes. En una de ellas hay una puerta que conduce a un estrecho baño que limpio cada día. La habitación tiene reducidas dimensiones y es algo ruinosa, donde la oscuridad es un atributo destacado.
Yo no salgo de aquí. Desde el día en el que entré no he vuelto a ver la luz del sol. Sólo contemplo el brillo que desprenden sus ojos. Su cabello dorado, su piel suave. Siempre viste de oscuro. Nunca le vi llevando alguna prenda blanca.
Yo cada día le espero ansiosa y con algo de temor. Pero es un miedo diferente al que he sentido siempre. Me gusta. Me activa.
Él me alimenta. Me obliga a desnudarme y me utiliza, cada vez que quiere. Él me ama. Por ello me trajo aquí.
Me ama. Me ama.
Y yo, le amo a él.
Por esa razón continúo encerrada en esta pequeña casa de alguna calle de Estocolmo.
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