Tu dulce mirada, tus bellos ojos…
El viento sobre tu piel, sobre tu pelo agitado…
Tu sonrisa… rosada ante el bello sol.
Tu cuerpo expuesto a este preciado ambiente que nos rodea, …la Tierra.
El sonido de tu voz, dulce como el azúcar.
La profundidad de tus ojos cuando miran lo bello, lo natural, lo real… la realidad.
Bailemos, bailemos al son del aire entre la dorada hierba.
Cantemos, cantemos al tiempo que el calor roza nuestro cuerpo.
Caminemos… avancemos hacia un complaciente futuro.
Tú y yo.
Mueves los labios ligeramente mientras conversas; mojando tus dedos delicadamente en la fuente del amor.
Bebes de ella con soltura, y ríes, ríes.
Observas tu alrededor feliz; los árboles, las plantas; la fuente, el agua. Los pájaros, los nenúfares de mi corazón.
Tu amor, tu virginidad, tu vida bella, oh dama pálida… Atractiva ante la divinidad, en este paraíso que vivo cuando te percibo.
Escultural y sonriente te hayas ante la vida…como una pícara ninfa.
Mi pequeña ninfa.
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Aquí juego con una doble visión del texto. Por una parte, tenemos una perspectiva literal tal cual se lee: una chica muy bella se encuentra en un paisaje campestre con follaje donde hay una fuente, imaginándome un lugar como el de ciertas pinturas renacentistas, tal como el de La Primavera de Botticelli. Es un lugar mágico; ella juega con el agua, habla y sonríe felizmente; puede danzar, girar entre las flores.
Luego tenemos una segunda perspectiva, metafórica, donde la fuente representa un amado; el agua, su amor. Y los "nenúfares de su corazón", representan las emociones que él siente por ella. Y cuando él la contempla, percibe esa belleza, que es bella ante la belleza (divinidad) en sí.
Imagen: Se Lest, Sigur Ros
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