Ahí me haría yo un corte, que llegara hasta mis entrañas
brazo débil y piel fina, vena azul y delicada;
explota mi cerebro, revienta mi desolada alma;
enjaulada sin vida me hallo en esta maldita casa.
¡Socorro! Ansío que penetre el aire en mis pulmones
que haga emanar el oxígeno por mis tiernas venas;
cese el resonar ametrallador de los violines
que hace desgarrones de mi acuchillada conciencia.
Los árboles mueren y la vida se me resiente,
desaparezco y el diablo se ríe a mis espaldas
y mis ojos, perdidos, dejan caer unas lágrimas
que alimentan el sucio dolor de mi infierno ardiente.
¡Oh!, maraña de edificios que me salvaguarda
que entre sueños y aspiraciones mi vida aguarda,
un deseo: el tiempo, que tan sólo quiso una niña
fructificar y gozar, aun entre voces y riñas.
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