Con la imagen de su rostro mirando
el cuaderno me quedé completamente dormido. Desperté unos minutos después en mi
asiento, con los cascos en mis oídos. Sonaba "Staralfur" de Sigur
Ros. Al recobrar conciencia, la busqué inquietado, pero había desaparecido. Tan
sólo dejó su cuaderno. Me acerqué de inmediato y lo tomé entre mis manos.
Misteriosamente, donde antes había sombra, apareció una chica dibujada sobre la
golondrina de la portada, como si fuese un pequeño duende que otea el mundo
desde los aires. Tenía la misma carita que la chica que pude contemplar y me
sentí triste. Pasé mis dedos sobre su cara y mis dedos quedaron tiznados:
estaba fresco, recién pintado. El tacto del cuaderno era rugoso como el papel
cartón y la tinta estaba fría. Quedé perplejo. Además, la golondrina estaba
emborronada, ensombrecida. El tren anunció su última parada.
Las puertas se abrieron, el guarda
anunció abandonar el tren. Di un paso hacia la salida; una golondrina voló
sobre mi cabeza al exterior.