-Bienvenida al infierno- susurra a mi oído
una voz clandestina a las leyes de un hogar,
y siento en mi pecho un intruso torbellino
que no me deja, por momentos, vivir ni respirar.
Me corroe las entrañas agonía depresiva
que a mi alma araña, y sagra mi corazón;
sanguijuela de vidas son palabras altivas
cuando no hay ágora, consenso ni reflexión.
Me siento dentro de una terrible pesadilla
en la que no puedo gritar y despertar;
y sueño mi propio país de maravillas
donde cada historia tiene punto y final.
Aquí cada capítulo me aturde e incita
a juegos ridículos, la micropsia y el té,
mas no es la fantasía bonita la que excita
mi cerebro, sino aquello prohibido que no se
debe comer.